“Barcelona es poderosa, Barcelona tiene poder.” Decía Peret en una de sus rumbas esta frase tan clara, pero a la vez tan difícil de entender. Confieso que yo, madrileño de toda la vida, no la comprendí bien hasta que tuve que asentarme en la Ciudad Condal para comenzar mis estudios en la escuela superior de relaciones públicas de Barcelona en la que me formé. Entonces es cuando verdaderamente reconocí ese poder del que hablaba el cantante en sus versos sobre Barcelona. La ciudad tiene poder en el sentido de ser una de las grandes ciudades europeas en muchos ámbitos. A mí, en concreto, me fascinaron las posibilidades culturales que ofrecía, un sinfín de actividades relacionadas con la música, la literatura o el cine que me absorbieron desde el primer día que pise Barcelona. Se puede decir que fui a estudiar turismo y relaciones públicas y acabé teniendo un grado impagable sobre cultura popular, general e intelectual en el mismo tiempo y por el mismo precio.
Fascinante, la vida y la actividad en torno a la cultura de Barcelona son fascinantes. En sus calles puedes conocer a todo tipo de artistas –músicos, escritores, pintores, fotógrafos, etc. – y su trabajo. No tiene precio. La oferta cultural de la ciudad de Colón es tan grande que en noches de salida nocturna es difícil elegir entre los diversos planes que ofrecen sus calles y sus locales. Es difícil saber si Peret, en su canción sobre Barcelona, se refería a eso, pero sin duda que podría ser así perfectamente. No sorprendería a nadie.
A pesar de los estragos que está haciendo la crisis económica en el sector cultural, con importantes caídas tanto en el empleo como en los resultados finales de la actividad, las ciudades capitales de la geografía española, sobre todo Madrid y Barcelona, por su volumen y su peso específico como centros neurálgicos de la cultura, son las que mantienen el pulso de la realidad de una forma más satisfactoria. Un ejemplo muy relevante, tanto como triste en su esencia, es el de los cines. Cada día que pasa resulta más difícil ver según qué películas de estreno en según qué zona geográfica. Madrid y Barcelona, con su amplia oferta de cines de todo tipo, comerciales o más destinados a las películas de autor, mantienen el pulso cultural y se sitúan como las ciudades más importantes en relación con la exhibición cinematográfica. Sin embargo, si nos vamos a otra ciudad, y no tiene por qué ser pequeña como muchos imaginan al hablar de estos temas, ir al cine a ver algunas películas es una tarea directamente imposible. Otro buen ejemplo es el del cine en versión original. Fuera de los lugares a los que llegan distribuidoras y exhibidores como la cadena Renoir (muy potenciada en Madrid y Barcelona) o Golem (con algunos puntos más, además de las dos principales capitales) resulta muy difícil acceder a la posibilidad del cine en versión original si no es por internet. Es cierto que la exhibición mediante plataformas online como Filmin, Yomvi o Wuaki está suponiendo, cada vez más, un paso adelante en las formas de ver el cine, pero tampoco es menos cierto que aún queda mucho, muchísimo camino por recorrer.
En este sentido, siempre se ha dicho que cualquiera que desee disfrutar de la cultura a un nivel máximo debería de vivir en ciudades como Madrid o Barcelona. Efectivamente, Barcelona tiene el poder. El poder cultural. De la misma forma que Madrid tiene una de las ofertas más amplias de museos, cines, librerías o bibliotecas en las que, además de las funciones básicas, se llevan a cabo también lecturas, ciclos y todo tipo de actividades destinadas a la riqueza cultural. ¿Pasa entonces la solución por que cualquiera con inquietudes culturales se tenga que mudar a estas ciudades? ¿No sería mejor en ese caso que se hiciese un esfuerzo por acercar más la cultura a otras provincias que también tienen derecho, inquietud y necesidad de ella? Aquí entramos en un eterno debate, con difícil resolución, además. No obstante, lo que sí que nadie duda es que el peso de la cultura es tal que debería de llegar en condiciones óptimas a cualquier ciudadano.